valoraciones / opinions
“Situada en las antípodas tanto de las increíbles simplificaciones de la mayor parte de la
poesía de la experiencia […] como de la gratuidad infinita, si se quiere más intolerable
aún, de una parte no menor del neobarroquismo latinoamericano; la obra de Víctor
Rodríguez Núñez representa una profunda revitalización del lenguaje poético,
haciéndonos ver que la poesía da cuenta de sí misma precisamente porque da cuenta del
mundo, y que si se repliega para preguntarse sobre su propia condición […] no es porque
se haya eximido de lo que la inmensa mayoría de los seres humanos continúan llamando
lo real, sino al contrario, porque la pregunta es en sí misma el confín más extremo de esa
realidad.”
-Raúl Zurita, Chile, 2018
“Los dieciséis poemas contenidos en enseguida [2018] se instalan en su mayoría en un
paisaje silvestre, tal vez aldeano o en los límites entre lo urbano y la naturaleza. No
intenta con ello el poeta ubicarse dentro de alguna línea de poesía lárica o citadina o de
ningún tipo. Simplemente traza, con el golpe del pincel sobre la hoja, una atmósfera
cercana a la ensoñación y próxima a una acuarela o al arte del entintado. […] El propio
subtítulo de la obra [o la gota de sangre en el nivel] nos indica el camino. El nivel sirve
en toda construcción, y por ende en la del texto, para determinar la correcta relación
con la horizontalidad de la tierra y la verticalidad del aire. Es decir, determina la
escritura a partir de una exacta correlación entre lo diacrónico, la experiencia misma, y
lo sincrónico, nuestro presente. Desde ya sostiene con ello que lo actual yace sobre el
pasado y se proyecta en el camino a seguir. No hay otro; es el destino. Pero además
este nivel no se rige por una gota de agua, o de aire, sino por una gota de sangre. Se
trata entonces de un grabado hecho con sangre, de algo escrito con sangre, es decir
un grabado vital. El término enseguida, además, designa lo inmediato cercano, el
primer tramo de lo que viene y ya ocurrió. Es el camino. […] Víctor Rodríguez Núñez es
uno de los mayores poetas actuales y sin duda de nuestra generación. Me refiero a la
promoción emergida después de los grandes movimientos universitarios y liberadores
de la década del 60…”
-Juan Cameron, Chile, 2018
“Cerca de cuatro décadas de escritura, vividas y viajadas en las rutas de la poesía, se
encuentran cribadas aquí [inversa [poesía 1979-2017]] por Víctor Rodríguez Núñez
(1955), poeta cubano, hoy residente en los Estados Unidos, quien se ha convertido en
una de las voces ineludibles de la poesía contemporánea escrita en nuestro idioma […].
Es […] un viajero penitente, un romero, un peregrino hacia el origen, pues su mester de
extranjería es directamente proporcional a —y nace de— su menester de pertenencia, de
su nostalgia y de su extrañamiento. El recorrido a la inversa que propone a los lectores de
esta antología es, también, un itinerario desde la ajenitud hacia la identidad, del todo a la
parte, de la madurez a la infancia, del continente hasta la isla.”
-Gabriel Chávez Casazola, Bolivia, 2018
“quizás el poeta Víctor Rodríguez Núñez necesite [con el cuaderno de la rata almizclera (2017)]
salir de su lugar habitual, ese punto de partida que es el aeropuerto en su anterior libro
despegue como un exiliado aventajado, no solo de Cuba, sino del mundo, y tal vez, su
necesidad estriba en experimentar nuevas relaciones poéticas, ya no a partir de su
identidad cubana, de sus peripecias personales, sino desde una geografía salvaje pero
concreta, un observatorio de la naturaleza que irá describiendo para fundirse en una
lingüística personal, aunque transferible y cómplice que provoque, sin más referente, la
maravilla de la comunicación. […] En varias leyendas sobre la creación, es precisamente
la rata almizclera la responsable de que el barro sumergido en el mar primordial ascienda
hasta crear la Tierra, después de que otros muchos animales fracasaran en la tarea.
Quizás eso pretenda Víctor con la poesía y es un objetivo ambicioso, crear una Tierra
donde lo humano con todo su potencial creativo pueda fructificar, más allá del pesimismo
de la existencia cartesiana contemporánea y del egoísmo como forma de relación con los
semejantes y con un mundo al que no podemos dar más la espalda. Como poeta,
observo un paso más, coherente y al mismo tiempo arriesgado, que va convirtiendo la
poesía de Víctor Rodríguez Núñez en un potente referente poético internacional.”
-Jordi Valls Pozo, España, 2018
“Víctor Rodríguez Núñez es, fue o será (depende del año cuando el lector tenga este libro
entre sus manos [inversa [poesía 1979-2016]] el poeta latinoamericano más importante de
su tiempo. Su poesía, como la de todos los grandes poetas, sirve al otro mejor,
transforma. Su estética es navegable y tras de él, hay constancia de voces que le siguen
como maestro. El siglo XX ha consagrado en la Tradición a la poesía escrita en español,
es el siglo de la luz; que irradia desde España y desde Latinoamérica. La poesía de
Rodríguez Núñez se alimentó de estas dos gracias; y por su ascendencia peninsular y por
haber nacido y crecido en Cuba: su poesía es la más española de los poetas
latinoamericanos y la más latinoamericana de la española; así alcanza el vértice más alto
de la poesía escrita en nuestra lengua.”
-Rolando Kattan, Honduras, 2017
“De viajes y nomadismos, de identidades y memoria (con Cuba al fondo) habla Víctor
Rodríguez Núñez en despegue [2016], un libro que lo sitúa entre lo mejor de la poesía
hispanoamericana de hoy y donde el buceo en la realidad y la tensión lingüística son
marca de la casa.”
-Diego Doncel, España, 2016
“Luego del fervor de los años sesenta (con sus pequeños destellos y sus grandiosas
cerrazones), luego de la implacable oscuridad de los setenta, sentíamos (quizá con un
toque de exageración y de inocencia) que la paloma tenía por fin el vuelo popular, y
regresaba con la consabida rama de olivo. Recuerdo que Víctor tenía entonces una
columna mensual en [El Caimán Barbudo]. Con nombre prestado de Rubén Darío, su
columna se titulaba “Los raros”, y en ella Víctor abría la ventana hacia una poesía que,
de otro modo, los deseosos lectores no hubieran podido conocer: Cesare Pavese,
Jaroslav Seifert, Kavafis, Leon de Greiff, Guillaume Apollinaire… Y todo aquel trabajo lo
compaginaba este poeta, que siempre ha sido silenciosamente obstinado como un
personaje de El barril mágico, con la creación propia, siempre en ese tramo impreciso y
conflictivo entre los versos limpios y las mugres de la vida y los destellos del alma,
entre el grito y el susurro. Ahora, después de casi veinte libros de poemas y más de
diez premios literarios, organiza despegue […]. Y Víctor Rodríguez Núñez se convierte
en otro raro, ya en la alta categoría que había logrado impregnar a su columna de El
Caimán Barbudo. Este libro es un riguroso despegue, con salida, vuelo, escala, puerto
y entrada, desde un manicomio hasta el lugar justo, en donde comienza y termina todo,
ese lugar consagrado que es la casa de Zenaida, la del comienzo y del fin, la de
siempre. Despegue es por supuesto una palabra ambigua, de resonancias múltiples:
arranque, partida, ascenso, pero también se intuye en ella el desapego, el ir soltando
lastre para quedar casi desnudo, como los hijos de la mar. Gracias, Víctor, por este
viaje. Por recordarnos que entre las nubes nadie es extranjero. Y acaso lo mejor, tal
vez una de las mayores lecciones de tu libro: que pase lo que pase, y por más que
creamos que la noche se prolonga, en el destierro también amanece.”
-Abilio Estévez, Cuba, 2016
“despegue es a la vez casa y viaje, estancia y merodeo, indagación y reconocimiento. Da
cuenta de un viaje necesario que el autor emprende desde su tierra de origen no para
olvidarla, ni siquiera para mantenerla en la nostalgia, sino para reconstruirla de nuevo,
alejada de sus propios mitos y de modelos ceñidos por la historia real o imaginaria.
Setenta y cinco sonetos irregulares, es decir, rotos, aprensados, fracturados y
desobedientes en su forma, que responden sin embargo a una coherente estructura, a
una lejana tradición que nuestro poeta sabe enderezar y torcer al mismo tiempo. Tanto en
su formulación como en su cauce sonoro, el planteamiento poético obedece a una pulsión
rompedora, no por afán de novedad sino por auténtica necesidad expresiva. Víctor
Rodríguez Núñez escarba aquí hasta encontrar la patria más allá de consignas e
ilusiones, patria que es territorio personal, interno, subjetivo y cambiante.”
-José Ramón Ripoll, España, 2016
“el lector no encontrará aquí la paleta pintoresca del viajero ni el lamento del peregrino en
su patria, aunque el personaje padezca fronteras y arrastre el sambenito del destierro: “no
crees en el sistema donde tienes hogar / nunca te dio un hogar el sistema en que crees”.
Tanto si se pasea por el Malecón de La Habana como si recorre los icónicos valles
norteamericanos, el autor proyecta una visión caracterizada por la concentración
conceptista, el léxico exuberante, los giros coloquiales y las rupturas lógicas, que obturan
la interpretación lineal y exigen una lectura a saltos. Estos recursos aportan la savia
retórica al nomadismo por una “deforestada selva de cemento” en la que “se tejen
celulares / y se recargan alpargatas nórdicas”. No obstante, a Rodríguez Núñez le
interesa particularmente la geografía humana: obreros y panaderos, monjas y santeras,
ávidos turistas y detritus de la white trash asoman a los versos para dar cuenta de un
presente en el que no hay futuro. Donde el poeta pone el ojo, pone la metáfora: “dios es
impresionista”, “el paisaje se ha quedado en los huesos”, “este país se nos fue de los
pies”. Esta vez el Loewe ha apostado por algo distinto. Y ha acertado.”
-Luis Bagué Quílez, España, 2016
“Solo los poetas verdaderamente dotados convierten el reto de la forma estrófica en
ventaja. Pero el riesgo que corre Víctor Rodríguez Núñez es doble, por lo tanto, doble es
también el mérito que le asiste. No apuesta por el determinismo de una rima y una
métrica, sino por la finitud del soneto como cuerpo textual, pero soneto otro, soneto
distinto, o verdadero soneto que recupera su alarde. Una evidente voluntad de estilo, una
laboriosa pericia, un Jacob que lucha con su ángel (el lenguaje) hasta que este le revele
su nombre (la poesía). Aquí el deslinde versal educa el pensar y el sentir; no mutila su
crecimiento, sino que los re-direcciona hacia dentro de sí mismos, lo que genera su
resonancia mayor. Si vale el oxímoron diría que son los sonetos más largos que he leído,
puesto que allí donde hacen silencio escritural en realidad uno debe tender el puente,
puente que somos nosotros, texto que somos nosotros, el país y el imaginario país.”
-Sergio García Zamora, Cuba, 2016
“En despegue, de Víctor Rodríguez Núñez, el exilio se expone como un sistema de
pérdidas y ganancias. Desde la individualidad más extrema, el poeta logra, además,
incluir un tema poco explorado: la inmigración […] que ha marcado la última parte del
siglo XX. Y esto mediante un lenguaje desnaturalizado, que […] se corresponde con un
clima enrarecido, propio del fin de las utopías. Formalmente, lo más distintivo de su
actual lenguaje quizá sea un peculiar impresionismo simultaneista, elíptico, que maneja
alternadamente claves descriptivas y simbólicas, permitiéndole forjar parábolas en las
que, pese a su contundencia —textos muchas veces redondeados por una frase de
cierre—, siempre quedan interpretaciones abiertas, invitando a la intervención del
lector. Así esta poesía logra crear un clima de expectación, un paisaje desdibujado por
un resplandor que a veces se asemeja a una radiación nociva. Entre el hermetismo y la
crónica, la mirada del otro, la complicidad del lector, será finalmente la que logra
otorgar sentido.”
-Martín Rodríguez-Gaona, Perú, 2016
“…la poesía de Víctor Rodríguez Núñez ha cumplido una jornada de producción literaria
vigorosa y fecunda que ha dejado a los lectores de hoy una mirada particular del
mundo en unos registros sencillos donde el lenguaje define de una forma rotunda unos
temas y a un idioma que cobra, a través de su voz, nuevos sentidos y significados. La
noche mal escrita es una antología personal que recoge de manera precisa el itinerario
de lo que el poeta ha escrito en el nuevo milenio. Los Estados Unidos, la mirada
retrospectiva […] desde la madurez y plenitud creativa, permiten al poeta dejarnos el
testimonio de un paraíso recobrado, […] en postales que recobran una experiencia
admirable donde todas las emociones se refugian y permanecen.”
-Federico Díaz-Granados, Colombia, 2016
“Cosmopolita. Transgresor de sí mismo, incluido de un sí mismo que lo busca desde su
primer libro para girar la palabra y convertirse en un estilo definidor y múltiple. En un multi-
temático artefacto de poesía y pulsión, de poesía y vuelo, de poesía y emoción. Víctor
Rodríguez Núñez es el cubano más cubano que conozco. Es un universo de historias. Un
hombre hecho de personajes, un poderoso caballero de la vida. Fue de todo y pasó por
todo. Y viajó en/para y por todo. Y siempre fue un minador de los ambientes. Un espíritu
que recoge, guarda y luego saca brillo al recuerdo, a la anécdota, a la causa, siempre
luminosa y perdida, de la poesía. Con Víctor Rodríguez Núñez no hay a dónde irse.
Poderoso y ronco verbo, le hace guiño a las formas, le torea al verso muy “correcto” y
cuando roza esos recursos de la vanguardia más feroz y gratuita, escarba su figura y el
Yo […] se gana a sí mismo, creando en su poesía su casa de ilusiones. Premiado desde
siempre, con una vasta obra, un continente informativo de la poesía mundial, Rodríguez
Núñez es lo que podríamos decir un “poeta total”. Es decir, una marca registrada de
poesía. […] Enorme poeta. Será un clásico a la vuelta del tiempo.”
-Xavier Oquendo Troncoso, Ecuador, 2016
““El original a veces no es fiel a la traducción”, resulta una paradoja perversa enunciada
por Jorge Luis Borges. En esta colección en inglés de poemas del cubano Víctor
Rodríguez Núñez [Con raro olor a mundo / With a strange scent of world], Katherine Hedeen es tan perfecta que
debería sospecharse del original. Pero no, aunque excelente en inglés, este genio hispano nace de su sorpresa
semisurrealista, el dolor y el devenir cruel y extático de nuestro destino sobre la tierra. Los
poemas son demasiado buenos para haber sido inventados por su traductora. Rodríguez
Núñez, para mí, habla con más fascinación que cualquier otro poeta latinoamericano
desde Octavio Paz, Jorge Luis Borges y especialmente César Vallejo, cuyo implacable
patetismo está presente en las referencias a la familia viva-muerta. Rodríguez Núñez
posee un ojo claro y poderoso para firmamentos bizarros, para la naturaleza, para
sucesos terrenales distintivos. Líricamente, tiene la voz astuta del ruiseñor. [...] Como el
mejor arte, su poesía no tiene fin y debe seguir inquietándonos. Por sus imágenes
espontáneas, irreverentes y diversas, necesitamos un Víctor Rodríguez Núñez en nuestro
canon en inglés. Y ahora él está con nosotros.”
-Willis Barnstone, USA, 2014
“Víctor Rodríguez Núñez surge como uno de esos notables escritores que ha creado una
poesía y un mundo entre la primera morada y cultura, y los nuevos mundos en los que
más tarde se encuentra. En Con raro olor a mundo / With a strange scent of world, bellamente traducido [por
Katherine Hedeen], el alcance de ese trabajo y visión se hace claro, para mostrarlo como un poeta
cubano —experimental y profundamente arraigado a la vez— que lleva consigo un
sentido de lo nuevo y lo viejo donde sea que esté situado. El hecho de que haya
permanecido activo a lo largo de su vida de escritor como defensor, tanto de sí mismo
como de los demás, es otro hecho de su vida que vale la pena destacar. Con placer le
damos la bienvenida al creciente panteón de la escritura del nuevo mundo.”
-Jerome Rothenberg, USA, 2014
“Víctor Rodríguez Núñez es un poeta de los míos, un testigo nómada que, tras el largo y
razonado zigzag, dérive a través de los sentidos y las ciudades, los trópicos y los temas,
respalda la tesis de León de Greiff de que “todos los viajes, todos mis viajes, son viajes de
regreso”. Volver, por supuesto, a ese lugar más conocido de todo lo desconocido: el
poema. […] Algunas de las cosas que hacen las cosas y las notas del poeta son bastante
salvajes, porque aquí las hormigas devoran los rayos que levantan la falda a la vecina, las
cosas silenciosas gritan —lo que no sorprende dado que el comercio de almas
comenzará pronto—, mientras los insectos vuelven locos a las computadoras, aunque los
lápices mantienen la cordura que aquellos que los usan han abandonado. En este libro [Con raro olor a mundo / With a
strange scent of world], un brujo-filólogo atento en su búsqueda pela un mango con mañas de lapa, ya que aquí el
poeta es […] un maestro del oficio de la otredad.”
-Pierre Joris, Luxemburgo-USA, 2014
“[En] Noticiario del solo, de 1987, […] la voluntad de estilo que comienza a probarse, a
tantearse en Con raro olor a mundo [de 1981], es ya más firme, más madura. En esta
etapa, desde el punto de vista estilístico, tal vez la marca más obvia sea aquella que
procede del cuestionamiento al conversacionalismo al uso. Junto a aquellos poetas con
los que hizo grupo en el primer lustro de los 80, VRN elaboró un discurso crítico en el que
fue explícita la intención de colocar el énfasis de la poesía en el individuo y sus
contradicciones, de acercar la política a ese individuo, enfatizar en su cotidianidad, todo lo
cual puede ser leído en estos dos cuadernos dados a conocer en los primeros 80. En su
caso, además, el anticoloquialismo se singulariza mediante un dispositivo, de resonancias
surrealistas, basado en el enrarecimiento, en la ruptura de los códigos “realistas”.”
-Arturo Arango, Cuba, 2013
“Ser un poeta cubano independiente es cosa difícil. ¿Partidario o disidente? Fuera de
Cuba son los últimos quienes despiertan interés en los medios. En Cuba son los
primeros quienes cuentan. Sin embargo, hay escritores cubanos que guardan distancia
sin tomar distancia. Víctor Rodríguez Núñez está entre los que no escriben lo que en
uno u otro lado se espera de ellos. Sus poemas están enraizados en lo subjetivo, pero
al mismo tiempo abiertos al mundo, en un doble sentido: imágenes situacionales donde
confluyen lo alto y lo bajo, lo cotidiano y lo inusual.”
-Lasse Söderberg, Suecia, 2011
“reversos [2011] necesita dos disposiciones de lectura que raramente se dan juntas: la
de un riguroso ejercicio intelectual, y la del abandono más radical a las delicias de los
significantes. Si la primera disposición no acude, podría parecer un libro árido y difícil;
si no acude la segunda, podría parecer un juego arbitrario y gratuito de palabras. Y no
es nada de eso. Lo inquietante es que no es nada de eso: el placer empieza donde la
capacidad interpretativa hace agua, pero a la vez se niega a rendirse ante las más
elaboradas proposiciones que tienen tanto de historia personal como de búsqueda
poética.”
-Eduardo Chirinos, Perú, 2011
“[En Actas de medianoche, de 2006 y 2007], el autor va mucho más allá. Esos catorce
discursos que prescinden de toda anécdota exterior, para erigirse en angustiados
soliloquios sobre-existenciales, tocan esos bordes que son la tierra habitual de los
místicos de todos los tiempos. Si Rodríguez Núñez, hasta donde sepamos, no está
ligado a la práctica de una religión concreta, sus búsquedas lo llevan hacia esos
extremos donde ya no pueden encontrarse poemas medidos y sopesados, sino el
angustioso discurso de aquel que entrevé algo más allá de lo físico. En estas páginas
hay mucho del Juan Ramón Jiménez tardío, del Eugenio Florit de Asonante final y
hasta del Lezama Lima de los Fragmentos a su imán […]. La vigilia propicia en el poeta
el encuentro con esa enorme porción de la (su) vida que no puede ser ordenada ni
razonada. Es la hora de la pérdida y los afectos encontrados, pero también la de los
extraños hallazgos del espíritu: “Noche me has dado todo lo que no te he pedido”. Algo
se ha liberado en el interior de Rodríguez Núñez y ya no estamos en el terreno común
del ingenio y el oficio, sino en el de la escritura visionaria, en el encuentro con ilimitados
espacios y formas antes no intuidas del ser. La obra de Víctor Rodríguez Núñez parece
ir dejando atrás virtudes exteriores para quedarse con esos hallazgos fundamentales
que no pueden enunciarse en las historias de la literatura. Como Novalis, Blake,
Vallejo, Gelman, su triunfo no es la expansión de estructuras calculadas, sino el modo
de ir hacia adentro, por la soledad del ánima, hasta el punto que arde sin nombre.”
-Roberto Méndez Martínez, Cuba, 2011
“Sería menospreciar al lector de estas líneas, en lo que éstas hayan podido ser eco de
las Actas de medianoche [2006 y 2007], elogiar el libro; si necesitase hacerlo es que
fracasé, que lo que intenté decir no sobre él sino desde él no logró expresarme. Sólo
agrego mi agradecimiento al libro, a este poema esencial, no a su autor que logró
callarse, sí a su voz que ofrendó a la noche. En épocas donde la anécdota y la
cotidianidad lo ocupan todo, o casi todo —y no excluyo a la literatura sino que es de
ella que hablo—, un libro que tome la vida en su destino, en su cifra total, es decir su
enigma y misterio, su noche, es una osadía, un riesgo necesario, una generosidad. El
libro termina con una espera, una cita “antes del alba”, y cuando un libro cita, más allá y
más acá de quien sea el citado, cita a que lo leamos, a que lo escuchemos. Eso sí, en
la noche, en la misma noche que el libro abre, acerca y alberga; es, lo aclara, “una sola
noche”, la suya, pero tan honda, que su oscuridad nos refleja, que su noche ilumina la
nuestra, quizá también, y ahora lo comprendemos, “porque una sola noche todas las
noches”, “porque una sola noche lo explica todo”.”
-Hugo Mujica, Argentina, 2011
“Víctor Rodríguez Núñez es muy consciente de la relación compleja entre el
microcosmos del poeta y el macrocosmos que lo circunda. En su texto llamado
“Poética” […] afirma sin lugar a equívocos que no se puede expresar la esencia de la
poesía sin limitarla: “La poesía es algo más”. A los poetas conversacionales
hispanoamericanos les hace la pregunta: “Líricos coloquiales / ¿la cuenta está pagada?”
Un poema titulado “Consignas” empieza con esta constatación: “Jamás esperas —sólo
desesperas”. Pero concluye con esta observación maliciosa sobre los adeptos de una
poética autonomista: “Silencio organizado / oficio de otro mundo”. El poema
“Manifiesto”, escrito en los años ochenta, tematiza la dicotomía entre lo que el poeta
quisiera decir y lo que debe decir en el contexto polarizado de la Cuba castrista, y
termina con la exclamación: “Devuélvanle sus alas a la revolución”. En contra de ciertos
ideólogos quisquillosos, Rodríguez Núñez defiende el derecho del poeta de errar el tiro:
“La poesía es el reino / de los equivocados”. Se presenta a sí mismo como alguien que
siempre ha buscado “una poesía autónoma pero no desentendida, participativa pero no
política, subjetiva pero no intimista, estructurada pero no hermética, comunicativa pero
no explícita, lírica pero no ahistórica, dialógica pero no conversacional, cubana pero no
de la cubanía, abierta al mundo pero no colonizada”. Contradiciendo a la
posmodernidad nihilista este poeta no considera al lenguaje como una serie infinita de
variaciones tautológicas que nunca conectan con el mundo:
Gracias a Dios
no es infinito el mundo
Como el verso
está hecho de sílabas
que es posible contar
El mundo cabe en un alejandrino
Para sacar el mundo de un alejandrino se necesita un lector inteligente. Sin embargo,
no basta con ser inteligente, lector:
Guarda la contraseña
Todo buen corazón es un prismático”
-Stefaan van den Bremt, Bélgica, 2010
“…esta antología personal [Todo buen corazón es un prismático, de 2010] es realmente
un libro, como si fuera fruto de una vez, de una misma vigilia amorosa, de una obsesión
que no terminará. Tal es la frescura que va desde el primer poema al último, tal es la
vibración de íntima claridad que los recorre a lo largo de treinta años de trabajo. La
imaginación de este cubano, este poeta de verdad, se arroja ávida sobre la experiencia
y le extrae la expresión más filosa: cabelleras como el sueño de un gato que despierta
aromas de madre, lunas al hombro con nostalgia en entrepiernas de mujer, fundas de
niebla abrigadoras de alas que la revolución perdió. Víctor Rodríguez Núñez mancha la
oscuridad de estas edades con una ardilla roja guiada por la luz. La viste con su
sangre, sin piel ni objeto, menos la emoción del mar en la memoria. No espera la
llegada de nadie porque la poesía lo bautizó al nacer. Él viaja, simplemente, por
fulgores que buscan su palabra para encontrar donde vivir.”
-Juan Gelman, Argentina, 2010
“Rodríguez Núñez es conocedor de las teorías más rabiosas actuales, dado su
magisterio universitario. Por tanto, no hay ingenuidad en su estilo. Y mucho menos
despreocupación. No podemos olvidar que la desmitificación de la belleza platónica […]
es un estrato más dentro del discurso desmitificador general —de lo grave, lo serio—
de la poesía del cubano, y que paralelo a eso podrían entenderse perfectamente sus
continuas notas irónicas y hasta su mordacidad en algunos casos. El personaje de esta
poesía se mueve en el espacio de la perplejidad, por la alegría de estar vivos,
conmovido en su ensimismamiento, pero también en el estupor ante una realidad a
todas luces indigna y ante la que hay que rebelarse.”
-Juan Carlos Abril, España, 2010
“Víctor Rodríguez Núnez es para mí un poeta único; no se le puede comparar con nadie
que escriba hoy en día en cualquier idioma que yo pueda leer. Parece que su vida fue
guiada desde el comienzo por un destino lúcido y ambicioso con suma precisión. Con
un plan donde fijar la vista y librar al ser humano para que se convierta en testigo y
creador. El poder de su herencia, la fiereza de su compasión y su instinto para ampliar
el espacio vivible, son inmensos. Muy pocos tienen el don de abarcar tantos cruces,
dialogar con Vallejo, y a la vez ser tan libres y singulares. Muy pocos pueden ser tan
gentiles, cotidianos, maravillosamente raros y ganadores de la historia, todo a la vez.
Con las ramas y las raíces todavía en expansión.”
-Tomaž Šalamun, Eslovenia, 2009
“Y el poema onírico, que nació en un paisaje de aguanieve, muere en su civilidad y grito;
pide con la justicia de la noche un salvoconducto contra tanta escisión; contra el dolor
de sus mitades geográficas y mentales; contra el descuartizamiento del “yo” y su
sacrificio. Víctor Rodríguez Núñez ha vuelto a su antigua voz cívica […] solo quiere
nombrar el único sitio para la libertad de un poeta y este es su noche: “el rezumo”.
Vuelve a Vallejo con su “noche de miércoles”; a los ancestros, y al poeta político que no
ha dejado de ser. Matando al barroco, la tarequería insular; matando su propio
costumbrismo, y hasta el lirismo de una muerte civil. Por eso son Actas y así deben
quedar registradas en un juzgado. Ese sitio desde donde se acusa un tiempo “esquizo”
y desde donde pretende también lo que pedía Lezama Lima, “empatar o zurcir el
espacio de la caída”.”
-Reina María Rodríguez, Cuba, 2007
“La poesía de Víctor Rodríguez Núñez sobresale por su capacidad de llegar, con
cuidado y precisión, a un punto de giro… Allí se juntan la consideración lúcida de los
detalles del mundo a nuestro alrededor y la contemplación abstracta. Esta es una
poesía en que la lógica y la metafísica trabajan mano a mano, y mantienen un balance
inusual, casi inefable. El poeta tiene la capacidad de ver entre las cosas, atmósferas y
situaciones, de observar con un ojo estable y controlado […] Rodríguez Núñez lleva a
todo lo que ve y siente en la poesía una consciencia de Cuba en tanto lugar,
comunidad, y país separado de su hogar adoptivo en Estados Unidos, como una forma
de restricción y de dinamismo (trabaja con paradojas y dualidades). Aquí hasta la
imagen surrealista es contenida, el deseo es refrenado. Esto genera una poética
arriesgada, maravillosa en cuanto al simbolismo y la imaginación, que deja al lector sin
respiración y asombrado. En cuanto a la técnica, su voz es una de las más seguras de
la poesía contemporánea. La medida del poeta es la línea y el espacio que la rodea
—sus escalonamientos son marcas de compás—, y la precisión rítmica de su obra es
ejemplar. Alabo en fin a este poeta (no puedo alabar lo suficiente a este poeta). Víctor
Rodríguez Núñez es la elegancia y el control, siempre con algo que decir, sin exagerar.”
-John Kinsella, Australia, 2007
“En la poesía de Víctor Rodríguez Núñez, el apartamiento surge de una manera de
mirar, de ver, de interpretar el mundo y, por supuesto, de sentirlo. En esta especie de
retiro se mueve el personaje, el sujeto lírico, masticando su nada entre la extranjería de
Camus y el desamparo de Vallejo. Afuera queda un mundo extraño, ajeno, flaco de
solidaridad y amor; apresado entre las mandíbulas de la indiferencia y las verdades
absolutas (que no las convicciones firmes); apatía y dogma vaciados en discursos que,
más que apelar a logros comunes, se procuran a su modo una clientela... A la visión de
los fenómenos de Rodríguez Núñez, se suma una expresión que, a fuerza de trabajo,
ha logrado su singularidad. Existe una cotidianidad vuelta íntima, celebrada y sentida
en lo más hondo. Y si bien ese entorno diario, corriente y maravilloso a la vez, busca
para expresarse una oralidad familiar, esta poesía no pierde intensidad en ningún
momento al estar sostenida por imágenes de gran fuerza y belleza.”
-Jorge Boccanera, Argentina, 1995
“…no sólo está la poesía de Víctor Rodríguez Núñez inmersa en el humor o el
desenfado. Esto es un guiño, un sesgo, que recorre una obra que nos muestra también
al hombre escindido, desgarrado, una introspección, la autoconciencia de quien quiere
aprehender todos los estadios de su transcurrir por el mundo. Si uno va quitándole a
esta obra capas, como a la alcachofa, se encuentra con que al fondo de ese deshojar,
su corazón, su centro, está habitado por una materia delicada. Es su lirismo. La manera
como ennoblece los hechos más cotidianos para trasladarlos al plano de la creación
poética. Todo. Evocaciones de otra edad, como esa bella imagen que describe “la
locomotora/ que una mañana entera/ te tiznó la última camisa de la infancia”. O el
registro de la muerte del moro Fayad Jamís, se entrelazan para señalar, como en toda
auténtica poesía, una vocación de imposibles. Una guerra del mundo en el lenguaje y
del lenguaje en el mundo, es allí donde se instaura la tensión de esta poesía. Un
batallar contra la muerte y el olvido…”
-Juan Manuel Roca, Colombia, 1992